SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS
Según se relata en el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles: “Pedro estaba dormido entre dos soldados, atado con cadenas; los centinelas montaban la guardia en la puerta de la cárcel. De repente se presentó un ángel del Señor, y la celda quedó toda iluminada. El ángel tocó a Pedro en el costado y lo despertó diciendo: ‘Levántate en seguida’. Y se le cayeron las cadenas de las manos. El ángel le dijo: ‘Cíñete y ponte tus sandalias’. Así lo hizo. Y añadió: ‘Échate el manto y sígueme’. Pedro salió y lo siguió, sin saber si era realidad lo que el ángel hacía, pues se figuraba que era una visión. Pasaron la primera y segunda guardia, y llegaron a la puerta de hierro que da a la ciudad, que se les abrió por sí sola. Salieron y avanzaron por una calle; y de repente el ángel lo dejó. Entonces Pedro, dándose cuenta de lo que pasaba dijo: Ahora sé realmente que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de la mano de Herodes”.
Y el caso de Pedro no es más que la ratificación de la intervención divina en la historia del pueblo de Dios, a través de estos mensajeros que siempre están presentes en los momentos cruciales en el destino de sus hijos. Por ejemplo: la intervención de un ángel, salva a Ismael –el hijo de Isaac y Agar–, de morir de sed y hambre en el desierto; el ángel del Señor auxilia a Elías, que está a punto de morir de hambre en una cueva en la que se esconde de la ira de la reina Jezabel; el arcángel Rafael, acompaña a Tobías, durante la peligrosa travesía en la que lo rescata de las fauces de un enorme pez, libera a su esposa Sara, del demonio Asmodeo y hace posible la curación de la ceguera de Tobit –padre de Tobías–, cuando le sugiere que le unte la hiel del pez en sus ojos y queda sanado.
Es un ángel el que le asegura a Zacarías, que su mujer Isabel, dará a luz a Juan el Bautista; es el arcángel san Gabriel, quien le anuncia a María, la redención del mundo a través del hijo que tendrá por mediación del Espíritu Santo; es un ángel el que le dice a José, que no desconfíe de su esposa; es un ángel el que le transmite la Buena Nueva del nacimiento de Cristo, a los pastores; un ángel le ordena a José que tome a María y a Jesús y huya hacia Egipto, para poner a salvo al niño de las garras de Herodes; son los ángeles los que atienden y le sirven a Jesús durante los cuarenta días que permanece orando en el desierto; son los ángeles los que después de su muerte, proclaman la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y estos ejemplos son apenas una muestra de las 300 menciones que sobre estos enviados hace el Antiguo Testamento y de las 170 que aparecen en el Nuevo Testamento.
Es por ello que el sueño de Jacob en el que ve subir y bajar del cielo a los ángeles, es la mejor alegoría de la interacción de Dios con sus hijos, pues a cada uno, le ha asignado un ángel custodio que siempre está a su lado, conoce sus angustias, miedos, incertidumbres, secretos, odios, sueños y pecados y sin juzgarlo, asciende permanentemente para interceder por su protegido ante el Altísimo y desciende con sus peticiones cumplidas. Lo paradójico es que aunque la persona no sea consciente de su presencia, no crea en él, no lo acepte, o lo niegue, su ángel de la guarda, permanece junto a ella, la protege del peligro, la acompaña en todas las circunstancias, la consuela en la enfermedad y la asiste a la hora de la muerte.
Por eso, hoy 2 de octubre, (fecha declarada oficialmente en 1608, por el papa Paulo V, como el día de la festividad de los Santos Ángeles Custodios), es la ocasión propicia para volver confiadamente a la más tierna y cálida oración personal que aprendimos en la cuna y nunca más debemos olvidar: “Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en paz y alegría con todos los santos, Jesús, José y María”.